La historia de San Pancho tiene mucho que ver con la historia de las políticas nacionales y, por lo tanto, con la visión de país de la década de los años setenta, específicamente durante la presidencia de Luis Echeverría, entre 1970 y 1976.
Por un lado, aunque en teoría el reparto agrario estaba concluido, a principios de los setenta comenzaba a surgir una nueva ola de latifundistas que querían acaparar tierras pertenecientes a los comuneros y ejidatarios. Una de las soluciones que se encontró a esta problemática fue la creación de uniones ejidales, que consistía en la unión de dos o más ejidos para impedir que las tierras fueran arrebatadas por los caciques locales.
Por otro lado, tras los logros de la Revolución mexicana, en especial la redistribución de las tierras en comunidades y ejidos, el paso siguiente era poner en marcha programas gubernamentales para volverlos productivos. La dotación de tierras de forma comunal y no individual propiciaba la creación de empresas rurales colectivas.
En 1972 se crea la Unión Ejidal Bahía de Banderas como uno de los dos proyectos piloto del gobierno, compuesta por ocho ejidos, incluido el de Sayulita. Por la misma época se abre la carretera federal 200, con lo que se facilita el acceso a la región, dando paso al turismo. Para lograrlo, se procede a la expropiación de tierras ejidales en las zonas costeras. En Sayulita, se expropian 544 hectáreas y se crea el Fideicomiso Bahía de Banderas, para ocupar adecuadamente el dinero de las tierras expropiadas.
Entonces comenzó el megaplan de desarrollo de la zona, que consistía en mejorar la infraestructura urbana mediante la delineación y el empedrado de calles, la instalación de drenaje, alcantarillado, electrificación y la construcción de plazas públicas, escuelas y viviendas en poblados como Lo de Marcos, Higuera Blanca, San Francisco y Sayulita.
El lugar destinado para ser el centro del desarrollo ejidal fue San Francisco (San Pancho). Por lo tanto, además de la infraestructura ya mencionada, fue el sitio elegido para reubicar a personas que vivían en situación de pobreza en los ejidos y el lugar donde se crearon centros educativos experimentales. Se fundó la escuela hotelera San Pancho de la Unión Ejidal, se construyeron instalaciones turísticas, una clínica hospital, el Centro de Estudios Tecnológicos del Mar y una escuela primaria de modelo autosustentable que contaba con un vivero, dos camiones para transporte, una biblioteca y un campo para las actividades agropecuarias.
Se construyó también el Complejo Agroindustiral CONASUPO, destinado al procesamiento de lácteos, alimentos balanceados, cajas de madera, jabón, enlatado de frutas y legumbres, aceite de coquito, carnes, embutidos, pescados y mariscos.
Pero este sueño duró poco tiempo. Los caciques locales, al ver sus intereses económicos amenazados, tomaron control de la unión ejidal, expulsaron a los promotores colectivistas de la zona dejando desamparadas a las empresas y ocasionaron su abandono. Alrededor de 1988 todas las instalaciones se desmantelan, quedando únicamente en funcionamiento el hospital regional. La infraestructura de los demás proyectos queda abandonada.
Las bodegas pasaron a cargo de la Secretaría de Desarrollo Económico del Estado, cuya responsabilidad era administrarlas para fomentar actividades industriales y de empleo. Entre los emprendimientos, hubo una empresa deshidratadora de fruta llamada FRUTAIR SA de CV, que recibía fruta de la región como mango, piña, papaya y plátano; la productora de muebles de Tim Shunen, una empacadora de pescado y un proyecto de venta de ropa de manta bordada. Sin embargo, ninguno de estos proyectos fue exitoso.
Poco a poco San Pancho, al igual que toda la Riviera Nayarita y la Bahía de Banderas, comienza a convertirse en un centro turístico codiciado por extranjeros, principalmente provenientes de California, Colorado y Canadá. En combinación con las reformas a la ley agraria de 1992 que permiten la comercialización de las tierras ejidales, produjo la venta de una gran cantidad de territorio costero. Muchos de los compradores fueron extranjeros que adquieren los terrenos para construir sus casas de retiro o desarrollos inmobiliarios. Es entonces que la diversidad cultural y social de San Pancho crece y se generan nuevos procesos.
La otra historia de San Pancho comienza hace 20 años y, como tantas, es una mezcla de coincidencias y esfuerzos conjuntos que traen como resultado su gran éxito actual.
San Pancho ha sido un lugar que ha atraído a gente interesada en el medio ambiente, las artes y la cultura, proveniente de lugares muy diversos y con muy distintos orígenes e historias. Se encuentran en un lugar y tiempo específicos, comparten intereses en común, aprenden uno del otro y retoman lo que otros abandonaron.
Los habitantes recuerdan que un señor llamado Frank Smith y Elvia García, organizaban talleres de manera voluntaria enfocados a la limpieza de playas, reciclaje, separación de basura y liberación de tortugas. En 1992 fundaron el Grupo Ecológico de la Costa Verde A.C. y se hizo el primer vivero de incubación de tortugas en el poblado. Otra familia mexicana, Rocío y Rodolfo Álvarez Tostado, también contribuyó al desarrollo de estos programas.
Los fundadores de estos proyectos, con el afán de mejorar y de capacitarse en temas ambientales, buscan en el Centro Universitario de la Costa de Puerto Vallarta a Eric Saracho y a Gabriela Loreto para que impartieran talleres de reciclaje en el Hospital de San Pancho. En 2002 ellos se instalan a vivir en San Pancho y comienzan a identificar problemas relacionados con el estero y la planta de tratamiento de aguas negras. Unos años después fundan Alianza Jaguar. En esos mismos años llega Nicole Swedlow, quien es la fundadora de Entreamigos.
Poco a poco, las intenciones de algunos de ellos empiezan a tener vida propia y al aprovechar el cascarón abandonado de lo que alguna vez fue el complejo agroindustrial, comienza a tomar forma lo que actualmente es el Centro Cultural Bodegas de San Pancho.
Por Denise Lechner investigadora y colaboradora de LILHA